La práctica espiritual en la era virtual
- Rama
- 31 may 2018
- 3 Min. de lectura
La vida siempre nos presenta situaciones que se corresponden con lo que tenemos que aprender o en lo que estamos avanzando en nuestro camino. Es por eso que decidí escribir acerca de la práctica espiritual en nuestra era.
Un buen amigo me dijo una vez que en las redes sociales e internet hay tanta información e imagen que corremos el riesgo de no ser parte de un grupo que genera contenido, profundizando en los temas más que en la estética. También me parece riesgoso que con el incremento del uso de aparatos tecnológicos, cada vez menos se genera el espacio para interactuar con uno mismo. En resumen, muchos terminamos creyendo que la imagen que alguien proyecta es la identidad de esa persona.
Hoy pareciera que cualquiera que adquiere una estética, una imagen, se transforma en ese algo. O también se comienza a idealizar a las personas que empiezan a generar un cambio. Sin ir más lejos: cuando comencé a estudiar yoga me llamó mucho la renovada atención que algunas personas me dieron, me sentí muy idealizada. Si bien entiendo que puede haber diversas razones para que eso suceda (más allá de juzgarlas), me parece peligroso el creer que ciertas cosas te suman un valor como persona, incluso si se trata de una práctica espiritual. Me parece aún más peligroso cuando sumamos valor solo por una estética, una moda, por viajar, etc. Creo que se torna peligroso porque empezamos a creer en las máscaras, en las idealizaciones, en la estética, en las luces, ya que, tal como dijo mi amigo, no estamos generando un contenido dentro de nosotros mismos.
Es difícil no ser parte de aquello: ser quien idealiza o se deja idealizar, y por eso se hace muy difícil no perderse entre todo eso. Se genera una gran bulla, contaminación virtual, que nos aleja de un bien cada día más escaso: el silencio. Silencio mental, silencio de estimulos, hermoso silencio.
Creo profundamente que el silencio es necesario para sembrar y hacer crecer cualquier practica espiritual, cualquier contacto con uno mismo, para mantener la salud y también la claridad. El tercer ojo necesita liberarse de todo ese exceso de imagen para centrarse y hallarse.
Entre tanto bullicio virtual, muchos comenzamos a creer la gran mentira que quieren instertar en nosotros: más objetos, más apariencia, más viajes, más luces te harán ser más. Con estas ideas se siembran y riegan inseguridades, miedos, falta de amor propio.
¿Por qué el silencio es tan sanador? Te permite descansar de la mentira, identificarla, rebelarte ante ella, rebelarte ante el odio que cada día hace de las personas simples consumidores.
Consumidores de imagenes, de experiencias, sin cuestionamientos.
Regalemonos silencio, regalemonos tranquilidad, claridad... en otras palabras, trabajar en tu práctica espiritual. A veces nos sentimos abrumados solo de no generar este espacio.
"En realidad, la gratificación permanente es esclavitud, puesto que cuanto más consumimos, más cautivos nos volvemos de nuestro consumo. La complacencia ilimitada nos hace menos libres porque nos volvemos menos autosuficientes. Cada una de nuestras adicciones- a la cafeína, el azúcar, la sal, los deportes espectaculares, los concursos televisivos, el alcohol, las drogas, las casas de juego u otros excesos- es un nuevo clavo en el ataúd de nuestra libertad, una nueva restricción de nuestra individualidad. La mayoría de nosotros no sabe siquiera como complacerse adecuadamente, y enfermamos y morimos de los efectos secundarios de nuestros excesos. El verdadero placer es solo posible cuando existe una buena salud.
(...)
Nos construimos falsas personalidades a partir del mosaico de adicciones a nuestros excesos sensoriales, definiendo la libertad como satisfacción ilimitada, olvidando que toda libertad es condicional. Cortada la comunicación con nuestra madre interior, quedamos separados de nuestra fuente de compasión y olvidamos como empatizar con las demás criaturas vivientes".
Robert Svaboda, Ayurverda: cómo prevenir y curar enfermedades.

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