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No es la maternidad la que es difícil, es enfrentarla en una sociedad patriarcal.

  • Rama Tronco
  • 13 may 2019
  • 2 Min. de lectura

Por ahí leí que no es la maternidad la que es difícil, es enfrentarla en una sociedad patriarcal. Y por eso siento la necesidad de estar fuerte, de mantener lazos firmes con redes de personas amorosas y también permitirme ser ermitaña.

Tanto tiempo trabajando conmigo misma y sentir mi fuerza ha contrastado con este proceso donde he visto mis energías mermadas por no calzar con el paradigma patriarcal, desde lo familiar hasta lo laboral, mucho menos en el sistema médico.

Y me he agradecido por este trabajo interno previo a estar gestando, porque a pesar de que la tristeza ha venido a mi, he contado con la confianza en mí misma, aunque todo me grite lo contrario. Porque yo sí puedo, está bien si me canso, está bien si no me gusta mi trabajo, está bien si no me gustan algunas personas, está bien si defiendo mi territorio y autonomía. Esta bien tener mis ciclos, aunque no calce con la noción lineal del tiempo, el cual está regido por el mercado, y no la naturaleza.

Soy un hermoso terreno que no quiere moldes ajenos, que no quiere odios, contaminaciones ni estructuras sin sentido, nadie puede decirme mejor que mi cuerpo y espíritu qué es mejor que mi misma, y esta es mi confianza, con ella me permito hacer una gran pausa, conectarme con quienes me dan amor y también buscar a mi Ermitaña que se vacía, se purifica y vuelve a aclarar la visión.

Este tiempo ha sido de aprender a agradecer a mi cuerpo más que nunca, a su Medicina. Así ha sido, ya que durante la gestación no es bueno trabajar con las depuraciones con plantas, como suelo hacerlo -aunque sí me conecto con su energía-. Mi cuerpo ha sabido cómo limpiarse. Agradezco al Agua, hermoso elemento, que con lágrimas se va llevando mis tristezas. Agradezco al Amor, a los sueños, a los rezos y obvio que a mi misma. Hoy más que nunca, a pesar de todo lo que pasado, siento que me amo y soy coherente con eso: me cuido, me protejo, me entrego al cambio y también me mantengo firme internamente, aun ante los problemas, los vaivenes emocionales y las crisis.

Me siento tormenta (como mi kin maya). Con mis huracanes genero movimientos abruptos, cambios, y, por qué no decirlo, también crisis. Pero ya no con una connotación negativa, sino con el entendimiento de que un nuevo orden de cosas necesita ser propiciado. Algo que antes me hacía sentir culpa o como un problema es por mi ahora aceptado y abrazado, porque tengo claro que tengo la Certeza, a Dios/Diosa en mi corazón.

Y extiendo mi rezo a esas mujeres que se ven enfrentando las mismas contaminaciones, el mismo patriarcado y les digo que en nosotras reside un gran Poder que se despierta cuando nos permitimos escucharnos sin culpas, de mostrar nuestro parecer, alzar nuestra voz, cuidarnos y defendernos. Pienso que aunque no algunas crean no saberlo, todas lo conocemos, pues en nuestra sangre residen las memorias de todas las mujeres que han existido y han nutrido, así como la misma madre Tierra. Lo dejo mencionado para que lo invoquemos en la dificultad o lo busquemos en el olvido. Mantengo la afirmación: somos nuestra mayor aliada.

 
 
 

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